Marcelo H Barba.
Seguramente hemos escuchado, más de una vez, la famosa frase “hoyo jugado, hoyo olvidado”…
Haciendo referencia a la fortaleza mental que deberíamos mantener ante cualquier caída, tratando de no ‘arrastrar’ esas feas imágenes que acabamos de vivir en determinado hoyo-nefasto.
Porque de alguna forma que no sabremos explicarnos, somos propensos a guardar las ‘fotos’ de los tiros erróneos, de los pifies y las barbaridades que cada tanto sabemos crear, y lo peor, es que ese ‘álbum´ del horror nos acompaña por todo el recorrido, impidiéndonos concentrarnos en lo que viene, en aquello que aún no vivimos ni ejecutamos.
Nuestra mente y nuestros pensamientos deberían estar siempre en “Modo Positivo”.
Obviamente que es y será difícil hacer de cuenta que nada pasó. Sentiremos el cimbronazo del mal trago y deberemos procesarlo inmediatamente para tratar de apagar el fuego interno de la bronca y disgusto que nos causó haber salido de ese hoyo con un ocho… Terrible.
Quienes hayan pasado por el buen soporte de un profesor, o quienes vean semanalmente a sus favoritos profesionales por la Tele, estarán más cerca de entender lo que digo.
En mi propio caso les diré, que seguiré asombrándome del increíble poder de recuperación que poseen los más dotados en Golf, es decir, cuando inexplicablemente pierden un tiro (de muchos dólares…) al irse fuera de límites, al agua o al dejarla en esos sitios horrendos, tan complicados que cualquiera de nosotros perdería más de tres ejecuciones para volver a dejar a su pelota en juego.
Ellos en cambio, se enfurecerán, maldecirán y mirarán al cielo como buscando alguna explicación al suceso, pero casi inmediata y mágicamente, se recompondrán e inventarán un tiro de recuperación que hasta terminará siendo mejor que si lo hubieran ejecutado desde el fairway. Eso se llama alucinante…
Mi profesor en su momento (hace mucho) supo indicarme el camino para hacer algo microscópicamente parecido…
Me decía que había técnicas físicas y mentales que deberían aplicarse. Para comenzar, la primera acción consistía en resistirnos a cualquier tipo de violencia física o verbal, como por ejemplo partir el palo, romper el campo o una planta o maldecir a los gritos a nuestra mala fortuna.
En lugar de hacer eso, había que calmar los ánimos con algunas respiraciones profundas, reteniendo el aire y liberándolo muy lentamente por la boca. Mientras lo hacíamos, deberíamos traer a nuestra mente algún cuadro de algo apacible, como por ejemplo una playa de hermosas arenas, con un cielo y el agua color azul… o cualquier imagen que nos apaciguara; pero que lo más importante sería no emitir ningún comentario negativo con nuestros acompañantes, fueran estos jugadores o caddies…
Por lo general, digamos que es como una constante; cuando una persona realiza una mala ejecución y si la misma es realizada en público (peor aún), lo primero que hará es tratar de disminuir el nivel de vergüenza y explicar con ademanes o señales el motivo del hecho desde lo físico, es decir, culpando a una persona que se movió (a 400 metros de distancia), a su pelota, al pasto que pisaba y estaba desnivelado, a su hierro, al viento, al putter, al sol que lo encandiló… o al mismo caddie que amablemente le sugirió utilizar tal o cual palo.
Observen que es bastante real lo que digo, cuando algunos profesionales (luego de un pésimo tiro) se detienen unos segundos mirando la cara de su palo o echándole una fulminante mirada al pobre caddie. Simplemente tratando de encontrar una excusa externa –como un ruido raro que los molestó, por ejemplo- para sacarse de encima esa sensación de vergüenza y culpa.
Entonces, el otro consejo que me daba el Profe, estaba referido a evitar buscar un culpable fuera de nosotros y menos aún a descargar la ira con el elemento o la persona que supuestamente había generado la desconcentración. Una de las acciones más difíciles es asumir (en el Golf y la vida misma) es que no existe nadie más que nosotros para encontrar un esclarecimiento a los errores cometidos, todas las explicaciones están dentro nuestro.
Siguiendo con lo físico, luego de esas profundas respiraciones, vendrá un ejercicio de rigidez. Tratar por unos pocos segundos, de poner duros como el hielo a los músculos de las piernas, aflojar y volver a tensarlos, aflojar y tensar, no más de 3 veces. Eso generará una acumulación y pérdida importante de energía negativa, precisamente orientada a descargar la ira instantánea que nos generó el mal hoyo –o golpe- jugado.
Seguidamente habrá que alongar las extremidades, tomándonos en forma ‘cruzada’ el empeine de cada pie, llevándolo suavemente hacia atrás, por ejemplo: con nuestra mano derecha hacia el muslo izquierdo y viceversa. Les aseguro que a esta altura (todo sucede en no más de dos minutos) ya no estarán pensando en el inminente pasado desastroso sino en sus músculos, huesos y su propio equilibrio…
Desde lo mental, en cambio, la cosa es un poco más compleja que con lo físico. Si bien ya habíamos intentado imaginarnos un hermoso paisaje, mientras hacíamos ejercicios de relajación con la respiración; ahora, el desafío será enfrentar el nuevo tiro de recuperación -o el hoyo- que le sigue al que acabamos de anotarnos un asqueroso “8”.
El primer paso es darnos confianza, a través de pensamientos positivos: “un tropezón no es ni significa una caída” ni mucho menos el abandono de un encuentro… “Podemos y estamos dispuestos a lograr la mejor ejecución”, “no hay nada que nos impida ganar o llegar donde queramos”, “lo que acaba de pasar es sólo una anécdota para recordar con amigos y reírse”; en fin, hasta podríamos llegar a imaginarnos una música que nos acompaña en el swing, una melodía hermosa que sólo se reproduce para nuestra mente.
Hagamos el conocido ejercicio de creernos que en ese hoyo (el 5 por ejemplo) recién estamos comenzando nuestro recorrido, que a partir de ahora todo se inicia de cero, dejando esa “mochila” de desilusiones tirada en algún cesto de basura… en lugar de cargarla en nuestra espalda como si fuese un auto-castigo, sin ningún sentido ni ayuda práctica.
Poner la mente ‘en blanco’ aunque sea por los segundos que dure la ejecución, es un trabajo importante que no siempre puede lograrse con éxito; sin embargo, no deja de ser el primer paso de los primeros mil kilómetros que andaremos…
Reconozco que una de las acciones que más me ayuda en los momentos del impacto, sigue siendo la respiración. Trato de exhalar hasta el último poquito de aire que guardo en mis pulmones cuando realizo el “Down-Swing”, quedándome prácticamente sin aire en el ‘Finish’… ese sólo pensamiento (el de respirar profundamente antes y exhalar después) me permite alejarme del recuerdo del mal tiro pasado.
Cada jugador en definitiva, conocerá mejor qué tipo de ejercicio mental y físico le resultará para tratar de ‘distraer’ a su cabezota y alejarla de pensamientos negativos.
Hasta recuerdo una recomendación que también vino del Profe para ‘distraer’ la mente: “..Si normalmente ejecutas con un guante, pues entonces quítatelo para ese preciso momento del golpe; o dale vuelta a tu gorro con la visera hacia la espalda, o ponlo de costado como tapando una oreja; o colócate un tee entre el zapato y el talón del pie, sólo para ejecutar y que sientas su presencia… en fin, piensa en eso ‘nuevo’ y se te irán todas las ideas que te persiguen”
Que tengan una excelente semana de Golf y que su mente esté orientada al próximo tiro que a la ejecución pasada…
Marcelo H. Barba