julio 11, 2018

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Muchos sueñan con jugar en el PGA Tour. Pero entrar al circuito más prestigioso implica superar un camino lleno de dificultades; no sólo dentro del campo de juego.

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Por Fabian Sacarelli. mundo.lavoz.com.ar

Jugar el PGA Tour es para muchos golfistas el sueño dorado. Pero mientras en etapas juveniles la contención de las Federaciones y de la Asociación Argentina de Golf va marcando el camino, y sostiene económicamente la formación, la realidad cambia cuando el jugador se convierte en profesional.

 

La llegada del PGA Latinoamérica, en reemplazo del Challenge Tour europeo, le dio a los jugadores locales la chance de mirar al circuito mayor estadounidense y tener el escalón necesario para saltar al Web.Com Tour, la segunda categoría del golf norteamericano. De ahí no queda otra que dar el salto hacia la categoría reina del golf mundial: el PGA Tour.

 

No obstante, el camino no es tan fácil. José “Pepa” Campra, exjugador profesional, actual cadi de Emiliano Grillo (número uno argentino) y entrenador de algunos jugadores cordobeses, lo conoce.

 

Casi todos respetan los mismos pasos en etapas juveniles: la escuela de menores, el ranking de aficionados menores y juveniles, representar a la AAG, realizar entrenamientos con los mejores profesores nacionales, e intentar mechar un poco con torneos juniors en Estados Unidos.

 

Pero es al salir de los juveniles que el jugador debe tomar una decisión: seguir en aficionados, buscar una beca en una Universidad en Estados Unidos o hacerse profesional.

 

“Al cumplir los 18 años lo más recomendable es intentar conseguir una beca en una universidad en Estados Unidos. Además de un título de primera línea, conseguís entrenarte todo el tiempo con jugadores que el día de mañana van a jugar en el PGA Tour”, explica.

 

 

 

La hora de la verdad

 

Los cordobeses Jorge Fernández Valdez y Matías Simaski siguen el calendario PGA Tour. El primero ya sorteó el PGA Latinoamérica (quedó entre los cinco mejores en la temporada), y participa del Web.Com Tour.

 

“Para los latinoamericanos es el camino más factible. Se juega por el continente. Los viajes son lindos, fáciles y está muy bien organizado. No es un tour que sea barato pero se puede si uno tiene auspiciantes. Es una gran idea para después saltar al Web.Com Tour y foguearte como profesional a un gran nivel”, resume Fernández Valdés.

 

Simaski juega el PGA Latinoamericano. “Para el jugador de Argentina el camino más fácil es ir por Latinoamérica y escalar. Es la mejor opción. Hablás tu idioma y el costo de viajar es menor que ir por Europa”, explica y aclara: “Todo depende de cómo se dé tu comienzo como profesional. Si tenés un sponsor y tranquilidad económica, o no.

 

Muchas veces los que presionan son los puntos para salvar la tarjeta y al año siguiente no tener que clasificar. Los jugadores son mejores, los cortes son más bajos y se gana con menos score. Y si tenés una buena semana ganás plata, salvás la tarjeta y te cambia el panorama”.

 

Todo es clave para un golfista que recién se inicia. Y el respaldo económico es determinante.

 

“Si un jugador nivel medio quiere ser profesional, necesita 50 ó 60 mil dólares por año. Uno de cada 100 puede pedirle a la familia. La otra opción es buscar sponsors, pero en Argentina eso no existe. En Argentina, el que financia al golfista está ligado a un privado que pone dinero a expensas de un porcentaje de sus ganancias.Es el modelo más usado en Sudamérica –detalla Campra–. De ese modo los chicos arrancan ligados a un contrato de 10 o 15 años”.

 

“Por eso digo que los que salen de Sudamérica y llegan a este nivel son realmente superiores, porque tienen muchos factores en contra. ‘El Gato’ (Eduardo Romero) y ‘el Pato’ (Ángel Cabrera), son extraordinarios”, agrega.

 

 

 

Más allá del título

Muchos piensan que estudiar en una universidad y no invertir ese tiempo en entrenar para ser profesional es una pérdida de tiempo. Sin embargo los defensores de este camino apuestan por la experiencia, en un deporte que da cierto margen con la edad.

 

Para muestras bastan los top. “Para los golfistas estadounidenses es un camino obligado. Jordan Spieth jugó tres años en la Universidad de Texas; Justin Thomas se recibió en Alabama; Phil Mickelson también estudió; Tiger Woods fue a Stanford; Dustin Johnson, a Carolina del Sur; Rickie Fowler fue a Oklahoma”, acotó Campra.

 

“Tenés otras herramientas, dominás el inglés, experimentás estar solo en Estados Unidos, y por más que no evoluciones en lo golfístico, madurás en todas las otras áreas”, valora Campra.

 

Dinero, desarraigo, idiomas, son factores extra que condicionan el futuro en el profesionalismo. Estar lejos de casa a muchos les genera tristeza y el rendimiento deportivo no es igual. Según una estadística mundial, sólo el 0,05 por ciento de los jugadores profesionales vive del golf, y eso implica estar consolidado entre los 100 o 150 mejores del mundo.

 

Pero no hay una regla que señale quién va a llegar y quién no. Y en un deporte con tantas variables, las decisiones son clave.

 

Hay dos factores determinantes, según Campra: “Cuánto tiempo pueden financiar su carrera y qué tan fuerte son mentalmente”. Sobre el primero, dice: “He visto jugadores con menos potencial que muchos ganar torneos en el PGA. Una de las formas en que un jugador argentino promedio, de 23 o 24 años, pueda llegar, es con financiación ilimitada”.

 

Sobre el segundo, analiza: “Este deporte lo que más hace es ponerte piedras en el camino. Sólo los fuertes mentalmente siguen, aprenden a pasar las malas y a enfocarse en lo positivo”.

 

El caso de Grillo

Emiliano Grillo es un jugador diferente. Es el número uno del país (43° del mundo) y en su debut en el PGA Tour logró su primer título. José Campra, su cadi, lo conoce bien. “Con el colombiano Camilo Villegas son los únicos jugadores de la historia del golf sudamericano que no han tenido un tipo de apoyo privado en su carrera. Grillo fue uno de los mejores juniors de Estados Unidos a los 18, y cuando decidió hacerse profesional, varias marcas apostaron por él. Pusieron montos que a Emiliano le podían servir para el primer año de su carrera, pero el jugador fue tan bueno que desde el principio fue más lo que generó que lo que gastó”, precisó.

 

Claro que Grillo, de los 15 a los 18, se pasaba los meses de verano jugando en el circuito junior estadounidense. “Grillo, cuando venía a Estados Unidos, lo hacía por más tiempo para empezar a manejar ese malestar. Decía: ‘Si yo quiero ser profesional de golf, para estar lejos de casa lo tengo que poder controlar’. A los 15 años tenía una madurez diferente al resto”, contó Campra.

 

La opción de seguir como aficionado

El cordobés Andrés Schonbaum tiene una gran carrera como aficionado. En 2009 fue campeón mundial juvenil en Tokio, obtuvo una beca en la Jacksonville State University y compitió en el golf universitario de Estados Unidos. Pero después no optó por el profesionalismo.

 

“Principalmente, porque no quiero que mi vida sea sólo golf. Me gustaría en un futuro disfrutar de más fines de semana en mi casa con familia y amigos. El golf, más allá de ser muchas veces frustrante, es educativo, te da relaciones sociales, te abre puertas y todo eso me ayuda a ser mejor en el trabajo y en la vida. Además, en la actualidad no hay un techo en el nivel de amateur. Hay torneos de altísimo nivel, se puede competir con los mejores, y eso también es desafiante y hace que el cambio al profesionalismo no sea necesario. Para vivir del golf, se necesita pasión por el deporte, mucho sacrificio, armar un buen equipo y perseverar mucho tiempo”, explicó.

 

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