Marcelo H Barba
Notas atrás, compartimos sugerencias y experiencias relacionadas con buenos profesores, profesionales y algunos consejos para quienes se iniciaban y hacían sus primeras salidas al campo de Golf.
Ahora intentando un equilibrio, hablaremos de los mayores, de quienes ya transitaron y acumularon sensaciones y están en la otra punta de la recta; de ese largo camino que emprendimos y aún estamos transitando con la ilusión de no terminarlo nunca.
En ciertas ocasiones, sea por temas de salud, de los huesos y articulaciones y de esas malditas cosas que se gastan… se nos hace difícil mantener una frecuencia de juego mensual. Quiero decir, ir los cuatro fines de semana, o los cuatro sábados del mes o quizá sólo algunos domingos. Y ello sucede, porque de lunes a viernes no hay tiempo suficiente para reponernos al 100%.
Entonces… nos ungimos con cremas mágicas ‘anti-algo’ o nos tragamos un par de pastillas ‘potentes’ que ayudan a tapar los malestares, pero lamentablemente nos afectan otras partes del organismo. Qué lucha señores…
Mientras viajo rumbo a la cancha (porque a pesar de los achaques sigo insistiendo) en un sábado primaveral y radiante, voy pensando en prepararme mentalmente, es decir, aceptar sin tanto tormento y con más de sabiduría, que estos episodios de salud –inevitablemente- se presentarán con alguna frecuencia y habrá que aprender a convivir con la patología. Otras opciones no tenemos…
Más allá de aceptar (a veces no tan dócilmente) que uno va perdiendo algo de potencia y distancia, confieso que también algunos días no logro completar 18 hoyos… pero eso no es molesto; al contrario, me retiro bastante bien y entero en el bar del 9… prefiero abdicar ahí que cargar con dolor de rodillas por un par de días; además, el bar es el punto más cercano al vestuario…
A pesar de ello me siento un tipo feliz… Por el placer de estar en contacto con la naturaleza; por la alegría de compartir el Golf con mis ‘infaltables amigos de siempre’; por seguir practicando este ‘vicio’, que ni me obliga a ser mejor, ni más rápido ni competitivo con nadie, sólo a estar atento con el campo que circunstancialmente deseo conquistar, haciéndole algunos pares (y si se distrae… algún birdie).
Todo es un proceso y lo acepto como parte de los cambios que va sufriendo nuestro cuerpo. Sería necio no hacerlo. Doy gracias que la mente (gracias a Dios) no se deteriora a la misma velocidad que el físico, porque de otra forma ni sabríamos quiénes somos ni a qué vamos al Golf.
Uno se resiste un poco y todavía piensa que sus músculos, nervios y huesos seguirán respondiendo inmediatamente a las órdenes que les envía el ‘coco’, pero la realidad es que reaccionarán más tarde o quizás más débilmente.
Pero en todo caso, pensemos que siempre hay alternativas.
Tanto como aquel novato, que oportunamente necesitó ayuda de un buen tutor o profe, que lo guiara en su crecimiento, resulta que… ahora nosotros… también requeriremos un apoyo profesional (es lógico y natural) para adecuar nuestro juego al cuerpo (¿o será el cuerpo al juego?) y a esos elementos que siempre utilizamos desde hace tantísimo tiempo y jamás pensamos en adaptarlos.
Desde mi punto de vista, existen dos aspectos (o tal vez más…) por el que deberíamos encontrar alguna solución:
- Desde el Físico y la Mente: Si bien es un tema personal, no obstante, cada uno sabrá cómo se siente con su cuerpo, si lo cuida lo suficiente; si se alimenta correctamente; si necesita alguna visita al médico, con análisis clínicos, dietas, refuerzos vitamínicos, etc.; ya sea para mantener o recuperar su estado y rendimiento físico; pero siempre, dependerá mucho de la atención que le demos a las ‘alarmas’ internas que recibimos y nos alertan de alguna rápida “entrada a boxes”, como en la F1…
- Desde nuestros palos: Este punto en particular no depende de nosotros, o por lo menos no tanto; porque estaremos limitados a opinar y transmitir esas nuevas sensaciones que experimentaremos, cuando nos hagan probar otras alternativas más adecuadas a nuestras posibilidades ‘reales’.
Serán los profesionales (con sus propias metodologías y elementos) quienes en definitiva nos midan y recomienden algún cambio, como por Ej.: bajar la dureza de varillas de los palos, porque ‘antes’ usábamos varas muy rígidas y ahora (con nuestra velocidad de cabeza de palo) necesitaremos durezas menores y flexibles para sacar el máximo rendimiento a cada golpe.
Obvio… también nos ofrecerán sus consejos para corregir aquellos movimientos erróneos o viciosos que (en un 99% de los casos) sin quererlo, fuimos adquiriendo e incorporando para corregir o creer que así eliminábamos ciertas debilidades.
Cuesta un poco, pero en definitiva hay que aprender a ‘escuchar’ lo que nos dice el cuerpo…
Estamos a tiempo de tomar buenas decisiones con pocos ajustes técnicos y eso nos dejará más satisfechos con los resultados que obtengamos.
Tampoco dejemos de visitar dos sitios: el consultorio médico y la tienda de Golf especializada en “Fitting”, ya que en esos dos lugares seguramente encontraremos soluciones para adecuar y sintonizar nuestras nuevas fortalezas.
No escapamos… ni en la etapa de comienzo, ni en la del final… así es el Golf y será difícil prescindir de la ayuda especializada.
Que tengan un magnífico juego y ojalá puedan ser 2 o más en el mismo mes… (ojo, somos mayores y sólo me refiero al Golf).
Pero no dejen de verse, como todas las semanas, con los amigos de siempre..!!
Hasta la próxima.
Marcelo H. Barba
Publicado: 23 abril, 2024 - Por admin - Leer mas...
Marcelo H. Barba
Si, reglamentariamente sabemos que no podemos cargar más de 14 palos en nuestra bolsa, pero la realidad es que llevamos esa cantidad sin haber estado convencidos de utilizarlos, es más, si pudiéramos llevaríamos 30 !!
Creo que hasta podríamos comparar la bolsa de palos con una buena y completa caja de herramientas.
Para quienes gustan este tipo de elementos (me encantan las herramientas), al ingresar a algún ‘súper’ del tipo Walmart por Ej., en el sector de ferretería no puedo dejar de ilusionarme con los materiales exhibidos. Si pudiera me llevaría hasta una sierra para árboles…
Si pienso en las mujeres, creo acercarme con un modelo similar observando la bolsa (la cartera que utiliza para salir a la calle) de mi propia esposa, que no está lejos de parecerse a una caja de herramientas. Diría que asombraría al mejor mago del planeta cuando comience a sacar uno a uno los elementos que guarda… y obviamente, todos clasifican como ‘vitales’… e imposibles de no llevarlos consigo.
Con nuestra bolsa de palos, pasa algo parecido. Si mirásemos detenidamente el estado de los ‘grips’ (empuñaduras) de cada palo, notaríamos que algunos tienen la apariencia de no haber sido utilizados desde que los compramos. Díganme si acaso el grip del sand presenta el mismo desgaste que el del hierro 3… Fíjense el estado de las caras y sus estrías.
Para mí la respuesta a esta ‘exageración’, si me permiten el eufemismo, pasa por otro lado. Cuando queremos imitar a los grandes profesionales en sus estilos, en su perfección, en su juego en general… y no podemos; sin embargo nos resultará más fácil emularlos, adquiriendo las mismas marcas y elementos que ellos.
Más allá de ser una cuestión de márketing (inyectado a nuestra mente con miles de horas de campañas televisivas, revistas, etc.) existe una cuota personal de imitación –inconsciente- que hace que, quien se considere ‘golfista’ y además desee que lo identifiquen como tal, deberá parecerse con el mismo atuendo y elementos que transporta un verdadero ‘Sr. Golfista’; es decir, en sus ropas, zapatos, guantes, gorras y por supuesto en una bolsa con 14 palos… de ser posible de la misma marca y modelo.
No olvidemos que, en cierta medida, el Golf además de considerarse una verdadera disciplina, no deja de ser un hermoso y divertido “juego” y como tal, enciende nuestro natural perfil lúdico.
Esto nos retrotrae a nuestra infancia; donde para serlo también había que parecerlo… Es decir, cuando jugábamos a los Cowboys deberíamos tener como mínimo, un sombrero de Cowboy, algún revólver en la cintura y de ser posible un par de botas… del mismo modo que, quien oficiase de indio, debería tener todo su aspecto con pluma, arco y flechas.
Entonces, si ‘jugamos’ a ser golfistas, ¿cómo no vamos a tener todo eso que tiene un Golfista profesional de la tele…? Además de serlo deberemos parecernos. Funciona así.
Tuve la fortuna de ver la película de Severiano Ballesteros (“Seve”) que a modo de crónica, nos muestra la historia de este maravilloso Golfista desde su etapa de niño campesino, amante del Golf desde su adolescencia, viviendo en un seno familiar austero, donde cada cual se ganaba el sustento duramente. Seve, tuvo siempre la esperanza de ser jugador y Campeón. Muestran cómo comenzó su grandiosa experiencia usando su único y primer palo, un hierro 3 armado por él mismo, con una cabeza real que le regaló uno de sus hermanos y una vara de madera que Seve le ató a la misma. Ese único elemento le sirvió tanto para el fairway, como para los bunkers, las salidas y los approaches… Algo que a mi juicio deberían ver todos los amantes de este deporte.
En otra oportunidad asistí en un club, a una charla para jóvenes golfistas que impartía el Maestro Roberto De Vicenzo. Me ‘filtré…’entre los chicos que escuchaban al Maestro que les decía cómo con un hierro 3 (precisamente), modificando el stance y el tipo de swing- se podía dejar a la pelota muy cerca de las banderas de 20, 50 y 100 metros. Les hablaba de la confianza que uno en definitiva genera con sus palos y de la mucha práctica. Decía que se podría recorrer todo un campo de Golf utilizando exclusivamente un hierro 7, por Ej., inclusive para usarlo desde la arena.
No me considero trasgresor pero sí un profundo cuestionador, trato de encontrarle las explicaciones (que puedo) a cada situación, como por ej., al ridículo uso que se le da al guante en la mano que toma al palo.
Créanme que es un elemento absolutamente innecesario para ‘nuestro nivel’ de golfistas, ya que nace y se utiliza en los niveles donde se practica diariamente (más de 4 horas diarias), se compite semanal o mensualmente y se trata de evitar callosidades o durezas incómodas para obtener la mejor sensibilidad a la hora de ser precisos. Eso también explica el motivo por el que los profesionales se quitan el guante cuando utilizan su putter sobre el green…
Cuando señalé ‘nuestro nivel’ de golfistas, me referí al segmento de amateurs al que pertenecemos, que muy rara vez (nunca) practicamos más de 4 horas cada día, ni tampoco intervenimos en torneos como los profesionales. Pero más allá de eso, no se nos debe escapar del análisis, el swing y las velocidades que imprimen los ‘Pro’ en cada uno de sus golpes, respecto de los amateurs; mientras que el 90% de los jugadores de ‘nuestro nivel’ raramente supera una velocidad de swing de 60/70 MPH (Millas por Hora), el de los profesionales ronda y a veces supera los 120 mph.
Como ejemplo, menciono con orgullo a un gran exponente sudamericano, Jhonattan Vegas, que registró la velocidad más rápida de cabeza del palo, con un golpe a 134.33 Mph (medido por computadora). Imagínense cómo le quedarían sus manos luego de horas y horas de práctica, si no utilizase alguna protección para sus palmas…
Sin embargo… todos los amateurs (lejos de llegar a igualar semejante potencia y velocidad) utilizamos el inexorable guante, muy especial, vistoso, de colores, con alguna publicidad y por supuesto, costoso…
Voy a ser aún más incisivo (pidiendo disculpas anticipadas a las conocidas marcas de palos de Golf):
Todos hemos adquirido nuestro equipo (me refiero a los hierros y maderas) ya sea que fueran usados o nuevos, fuimos a una tienda, elegimos dentro de nuestros presupuestos a las mejores marcas (obvio no cualquier marca, sino aquellas que usan los profesionales) compramos orgullosos nuestros palos y los cargamos en una bolsa: Al rato salimos al campo con la mejor expresión de felicidad… por sentir que ya pertenecíamos.
A la hora de comprar los palos, casi ninguno de los amateurs que conozco (me incluyo en mis primeras experiencias) tuvo la mínima precaución de probar e intentar otras opciones más ‘adecuadas’ a nuestro cuerpo, altura, swing, etc. Compramos elementos ‘estándares’ que obviamente también son aptos para Carlos, Sergio, Juancito y fulanito, como si se tratara de una prenda de vestir de talla “Medium”.
No obstante, como dije en otra nota reciente, referida a la Maduración de nuestro juego y a las exigencias que nosotros mismos nos iríamos proponiendo con el tiempo, a medida que alcanzáramos cierto nivel de experiencia, comenzaríamos a notar que no todo es lo mismo ni igual… que nos haría falta ‘algo más’ que nos ayudase a ajustar técnicas y habilidades. Un fitting, por Ej.
Recién después de atravesar por un proceso de fitting completo, con una guía y orientación profesional con cada elemento a testear, estaríamos en condiciones de elegir cuál sería la mejor varilla en función a nuestra velocidad de swing, para que cada uno de los palos que utilizamos en el campo rinda al máximo. Cuál debería ser el mejor loft para nuestras maderas y si realmente necesitaremos cargar por Ej., con un hierro 3 o un híbrido. Todo eso… sin siquiera hablar de marcas o modelos en particular.
Cuando miremos nuevamente dentro de nuestra bolsa de palos, qué cosas llevamos y para qué las utilizamos… así como cuando nos pongamos el infaltable guante en alguna de nuestras manos, o determinado gorro sobre nuestra cabeza, si es que no cobramos ningún dinero por publicidad, pensemos un minuto en esto que les digo aquí: en el real motivo y justificación de su uso. De la misma forma que cuando queramos sacarle mucho rendimiento a los palos ‘comerciales’ que alguna vez compramos y no podamos sino a través de un análisis de fitting.
Tal vez estemos intentando usar un martillo para ajustar un tornillo y nadie nos advirtió que no es la herramienta adecuada, o probablemente, nuestro físico haya sufrido algunos cambios con el tiempo (la edad, la disminución de potencia) y por fin necesitemos ajustar la dureza de las varas y recurrir a un cambio muy positivo. Nunca es tarde.
Que disfruten del Golf entre amigos y siéntanse respaldados por las mejores marcas…!!
Hasta la próxima.
Marcelo H. Barba
Publicado: 13 febrero, 2024 - Por admin - Leer mas...
Marcelo Barba
Promediaba el hoyo 11 y en realidad no había ejecutado un tiro ‘tan’ malo, simplemente apunté allí y salió
precisamente hacia allí… hacia las raíces de ese añoso, gigante y hermoso árbol a un costado del fairway.
Una pena, pensé, porque hubiera sido un buen tiro…
Bastante molesto, me dirigí a preparar la próxima ejecución, rumiando pero a la vez esperanzado en que,
con un hierro 7 podría volver al pasto y recuperar la compostura para afrontar el resto del hoyo, desde
unas 90 yardas, quizás más.
Dejé mi bolsa a unos metros del árbol y me fui agachando entre unas ramas hasta donde suponía estaba
escondida mi pelota, pero ya llevaba en mis manos el hierro siete. (Primer error)
Sin advertir ni observar con mayor detenimiento el asiento de la pelota, me preocupó más la altura de
ciertas ramas que me impedían realizar un swing completo, con lo cual, tomé el palo más corto y le pegué
con todas mis fuerzas. (Segundo error…)
Alcancé sólo 40 yardas… con la cabeza de mi pobre hierro 7, que se desprendió de la vara cuando impacté
de lleno a una de las raíces del gran macizo (que parecía reírse de mis resultados); y me temblaron hasta
los dientes postizos…
Acababa de asistir una nueva lección de Golf, en vivo, con mi propia persona y con mi ‘ex-hierro7’.
Qué aprendí:
Primero, que antes de ir tan decidido a pegar un tiro, tomando automáticamente el palo que
‘supuestamente’ creía me ayudaría a recuperar la situación, nunca debí dejar la bolsa sobre el fairway (por
vago y por creer que ese era un tiro más), en cambio, debí haberme acercado hasta la pelota con todo el
equipo y recién allí tomar la mejor decisión sobre qué palo utilizar…
Esto es Golf amigos, y nada se puede dar por supuesto, ni conocido, ni superado; cada golpe es diferente al
que ‘creemos’ dominar. Pero de todo se aprende.
Segundo, antes de impactar una pelota en las zonas cercanas a cualquier tipo de árbol, tendría que
haberme asegurado (más allá de poder realizar un swing completo) si el asiento donde reposaba la misma
era bueno, sobre todo, porque podría descansar justo detrás de una hermosa y gruesa raíz disimulada y
bien tapada con otras hojas, pero me ganó la ansiedad… y lo pagué caro.
Salí debajo del árbol empuñando una vara descabezada y tratando de encontrar la otra parte que había
volado junto con la pelota… las encontré a ambas y traté de borrarme el episodio, aunque no pude.
Para no aburrir a nadie, diré que no fue mi mejor día de Golf. Esa imagen me persiguió hasta el 18.
No obstante lo desventurado del episodio, confieso que aporté una cuota de alegría para los amigos que me
acompañaban en la vuelta, ya que no pudieron aguantar sus carcajadas y bromas sobre mi vehemencia
(que obviamente compartí durante y después del encuentro, pero sin mi 7…)
Qué debí hacer y no hice..?: a) Llegar a la pelota, verificar que efectivamente era mi pelota; b) Calmarme;
c) observar todo lo que podía, incluyendo las raíces y demás elementos que rodeaban a la misma (quizás
pudiendo limpiar mejor la zona que rodeaba a la pelota, evitando moverla); y d) recién ahí elegir el palo
más adecuado para quitarla, sin la intención de ganar más distancia de la que necesitaba… Esta breve
rutina me hubiera ayudado por ejemplo, a seleccionar el putter (sí… un putter) para sacarla hacia un
costado, evitando la raíz pero alejándola lo suficiente de la zona de riesgo.
Estimados golfistas… creo que cuando uno ejecuta un tiro -no tan bueno- y, lamentablemente termina con
su pelota pegada a un árbol, tiene que mentalizarse (prepararse mientras camina hacia ella) que ese
simple hecho hará que perdamos mínimamente una ejecución, ya que será poco probable, salvo que se
arriesguen a quebrar la vara del palo, que podamos recuperarnos de esa zona ciega y complicada hasta
para hacer un swing; lo más importante en todo caso, será calmarnos, respirar 2 o 3 vece con profundidad
y resignarnos, cualquier otro tipo de reacción ‘intempestiva’ nos ayudará a cometer errores, a sumar golpes
y furia…
Mis deseos de buen Golf, con muchos amigos; pocos árboles en el camino (y que cuiden mucho a sus
palos).
Hasta la próxima
Marcelo H. Barba
Publicado: 1 febrero, 2024 - Por admin - Leer mas...
Siempre fue un misterio saber como se las arreglaba nuestro sistema de memoria, el de los movimientos aprendidos, para mantener y mejorar su desempeño cotidiano. Me refiero a las destrezas logradas como, manejar un automóvil o simplemente ejercitarse saltando la soga. Ni que decir del cirujano de alta complejidad que realiza una intervención quirúrgica o el deportista avezado, que practica un deporte que domina por haberlo entrenado acabadamente.
En uno de mis trabajos incluido en el libro «La mente al servicio del golf» digo: «A jugar se aprende mirando, tomando clase e imitando. La diferencia está en cuanto hacemos de cada cosa y como lo interpretamos. Si seleccionamos un grupo de personas a quien se les enseña un mismo tema, con el mismo profesor, comprobaremos que existen varias interpretaciones y como consecuencia también diversos resultados. Se debe a que la mente procesa de distinta manera lo aprendido. Cada uno lo hace como puede.
Para hacer un swing primero debemos entender como se hace, segundo crear una imagen mental del movimiento, tercero pensar en como llevarlo a cabo y cuarto ejecutarlo. Estas etapas se las puede hacer, como decía mas arriba, mirando tomando clase e imitando. Luego que se lo haya logrado, comenzará la práctica para hacerlo siempre de la misma manera, aunque que con pequeñas variantes, por que la precisión no forma parte de nuestros movimientos y cada uno posee su propia idiosincrasia»
Lo bien aprendido lo mantenemos y lo mejoramos con el entrenamiento. Pero aquí surge la pregunta. ¿Por qué mejora el entrenamiento? Al hacerlo tratamos de ajustar la técnica sin modificar lo básico, es decir, repitiendo siempre el mismo swing. Buscamos que los tiros nos den la facilidad, potencia y precisión. Sabemos que de efectuarlo correctamente lograremos nuestro objetivo. La mejoría se explicaba por una ley fisiológica que dice: Una acción mejora a medida que se la repite. No obstante quedaba algo en la penumbra.
Publicado: 17 enero, 2024 - Por admin - Leer mas...