septiembre 4, 2012

(0) Comentarios



MaloRegularBuenoExcelenteExtraordinario (Votos totales 0)
Loading ... Loading ...

¿No lo escucharon…? ¿No lo dijeron…? Sea por nuestras vacaciones; por los 4 fines de semana de lluvia consecutivos que tuvimos; por el estado en que quedaron los campos; por el trabajo ó cualquier otra excusa. La cuestión es que tenemos la sensación de habernos olvidado del swing, del palo y la pelotita…

Nunca nos olvidamos de montar Bicicleta

Tranquilos… como decía aquel viejo amigo Lavoisier «nada se pierde…», es como volver a subirnos a la bici después de muchos años, ó revivir cada verano en el agua y nadar, luego de nueve meses de frío e inactividad acuática… hay cosas que no se borrarán jamás.

Es más, me animo a decirles que cuando volvamos a tomar un palo de Golf entre las manos, nos sorprenderemos de lo bien que le pegaremos. Porque más que nunca, estaremos con todos nuestros sentidos, nervios y músculos orientados y controlados para hacer aquello que sabemos hacer y que nunca olvidaremos, súper concentrados.

No hace tanto tiempo atrás jugué con niebla. Fuimos a la cancha con amigos y a minutos de llegar al campo, nos cubrió una espesa niebla acompañada de frío y humedad. Digamos que la visibilidad quedó reducida a cien metros. Como una película de terror, pero con Golf…

Más allá de las precauciones físicas que tomamos para no herirnos ni herir a nadie, observamos algo interesante. Que a partir de esa repentina ceguera climática, comenzamos a jugar mejor que nunca, extremadamente concentrados y por el medio del fairway, sin exagerar potencias ni efectos, ni nada que pudiese provocar la pérdida de pelotas en algún lateral -invisible- del campo.

Ambas experiencias (volver luego de la abstinencia y con niebla) tuvieron cosas comunes, es decir, algo influyó directamente en nuestro juego, y creo que fue el alto grado de concentración que pusimos ante cada ejecución. Estoy convencido.

Otra situación parecida, es la que se presenta cuando vamos a jugar a un campo que nunca pisamos, donde no conocemos su recorrido, sus trampas de arena y otros supuestos riesgos. Nos invade una actitud de respeto por cada golpe que ejecutamos; miramos, medimos muy bien el objetivo, la zona, los árboles y el piso en general, para no perder pelotas ni golpes con sorpresas en un terreno desconocido.

Aquí también, a pesar de la falta de niebla, aparece el factor ‘concentración’.

¿Acaso cuando vamos cada fin de semana a nuestro club, jugamos en ‘automático’…? ¿Ó lo hacemos de una manera liviana… poco concentrada?

así cuando recurre a lo que tiene grabado a fuego en su mente, para controlar cada músculo. Parece que volvemos a lo básico y necesario como para que ese ‘faro’ nos guíe en la tormenta, para reproducir lo que alguna vez practicamos tanto.

Hay cosas que no se borrarán jamás, ó lo que es peor, será casi imposible modificarlas, si no… echemos una mirada sobre los profesionales. Sobre quienes decidieron cambiar su swing ó una parte del mismo, para lograr más distancia, evitar una lesión física, ó ser todavía más precisos en sus ejecuciones. Lo asombroso, es que decidieron hacerlo en la cúspide de su fama, luego de años de venir desarrollando la misma rutina que los llevó al éxito.

Eso es increíble -por lo menos para mí- es algo tan colosal y significativo que se me hace como empezar de nuevo. Pero ahora quiero hablar de otra cosa. Del esfuerzo que significa modificar algo ‘grabado a fuego’. Llevará meses de práctica, tal vez años, ó quizá nunca se pueda lograr. Eso es bueno y malo…

Desde lo bueno, gracias a lo dificultoso que resulta borrar esa ‘memoria’, es que cualquier golfista (profesional ó amateur) en medio de la niebla ó debajo del agua, recurrirá a su concentración para traer desde las profundidades de sus neuronas, el swing y el golpe elemental que aprendió y necesitará para salir bien de cada situación compleja.

No es malo pasar por un período de inactividad en Golf, ese lapso nos ayudará a volver más limpios, sin vicios, casi primitivos y elementales.

Una vez -en verano, de vacaciones- recuerdo haber consultado un profesor, para contarle el problema que estaba teniendo. A medida que jugaba más y más, observaba que perdía progresivamente mis pocas habilidades, las nociones de distancia, en fin, un desastre. Cuando le conté al profe que estaba de vacaciones y que había jugado 14 días seguidos de mi descanso (y me faltaban 10…), simplemente me dijo: «Esto tiene una explicación clara, se llama: «Exceso de Golf…»

Después de ver la cara de incredulidad que puse, se sintió obligado a explicármelo en detalle, y agregó:

«Una cosa es la vida de un profesional y otra, es la rutina deportiva que lleva un amateur. Cuando Uds. los aficionados deciden jugar los fines de semana ó algún día excepcional entre semana, normalmente lo hacen ‘regularmente bien’, porque recurren a su experiencia elemental. No advierten (salvo que jueguen con un profe a su lado) los errores que cometen ni los vicios que adquieren para auto-corregirse.

Pero además… tienen a favor unos cuantos días de recuperación física hasta el próximo sábado; recuerden que un profesional -normalmente- entrena cada día de la semana, más de 4 horas por día. Si por el contrario intentasen empacharse de Golf alguna vez, y jugar todos los días seguidos… verían sorprendidos cómo se amplificarán esos pequeños errores semanales que antes pasaban inadvertidos. El físico ‘no preparado’ se cansará y los errores se agravarán. Al no poder corregirlos con ayuda externa, comenzarán los fracasos y los pifies que terminarán en pésimos resultados…»

Y ahora viene lo Malo…

Ese ‘exceso de Golf’ que me comentó aquel viejo y querido profe, luego de escucharlo, me hizo reflexionar sobre el ejercicio de ejecutar «repetidamente mal y mal» una determinada rutina, pues haría que ésta terminase grabada a fuego en mi cabeza, obviamente completa, con sus errores incluidos.

Por consiguiente, cada vez que jugaba así -sin parar- además de cansarme, repetía y grababa errores amplificados, sin comprender -por Ej.- el motivo por el cual no podía pegar bien ni un hierro siete.

Bueno… hasta aquí llegamos. Tratamos de entender el motivo por el cual «Nada se pierde» ni se olvida por hacer una breve pausa en nuestro Golf. Hablando de ello, también aprovechamos la oportunidad y nos fuimos al otro extremo, trajimos un ejemplo de ‘Exceso de Golf’, que nos dejó ver un contraste de otros tipos de riesgos.

Y… ¿qué hacemos, cómo seguimos…?

En el primer caso, la solución parece ser simple. Si queremos jugar todos los días seguidos como los profesionales, pero en nuestras vacaciones (y si además nos responde el físico), no lo hagamos solos. Tratemos de hacerlo con método y control, de ser posible con alguna ayuda orientada a corregirnos los errores. Recordemos que jugando así, día a día sin parar, estamos acelerando y profundizando el riesgoso (ó beneficiosos, según de qué lado estemos) proceso de grabación mental.

No en vano existen clínicas de Golf especializadas, que gracias a este ‘beneficioso’ proceso de grabación por repetición, proponen una internación de una semana completa de práctica junto a un profesor ó profesional del Golf. Aquí sí valdrá la pena grabar todo y aprovechar la inversión…

Por el lado de la abstinencia, como dije arriba, no deberíamos preocuparnos tanto por algo que nunca perderemos ni olvidaremos. En todo caso, trabajemos sobre nuestra ansiedad… porque su exceso nos hará comportarnos como náufragos muertos de hambre frente a un banquete, y en Golf lo rápido es enemigo de lo perfecto.

La tranquilidad, la regularidad en cada hoyo y nuestra paciencia serán las mejores compañías para aceptar y aprender de los errores que seguramente vamos a cometer en alguno de los 18 hoyos.

Disfrutemos (parece que ahora la tierra está más seca…)

Hasta la próxima.
Marcelo H. Barba

admin