marzo 22, 2013

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Marcelo Barba.
Con mi poca experiencia en Golf, luego de pensar sobre este tema que voy a tratar de explicar, me animo a opinar que existe un pequeño desliz (evito el vocablo error) en la interpretación de nuestras experiencias, traducidas en lo que habitualmente muestran nuestros handicaps.

Quizá suene temeroso hablar sobre un error en los handicaps (pero no me refiero a las entidades oficiales que lo calculan, sino a nosotros). Mi sensación, es que cometemos una subestimación -ó sobre calificación- de nuestras experiencias si las miramos desde el valor que indica el handicap otorgado.

Comienzo por aquí, por el handicap, porque considero que es un parámetro válido (por lo menos es el único dato empírico que nos ofrece el Golf) para quienes deseamos progresar y comparar nuestro nivel de performance con otros jugadores de handicaps similares. Pero cuidado con lo que comparamos y con quién nos comparamos, porque dos handicaps iguales no siempre son exactamente eso…

Vamos a demostrarlo. Comencemos identificando a dos grupos de golfistas. Los que juegan rutinariamente en su club y aquellos que lo hacen en distintas canchas, cada fin de semana, sin tener una inclinación ó gusto especial hacia ninguna en particular.

También observemos dos perfiles. Los que desean llegar hasta un cierto nivel de juego -no competitivo- ‘pasarla bien’ y compartir la reunión entre los amigos de siempre; y aquellos que por el contrario desean crecer sostenidamente, consolidar su juego, bajar el handicap y adquirir más experiencias en lo que consideran una actividad competitiva. Y eso está muy bien en cada caso.

No estoy a favor ni en contra de ningún perfil, ambos existen, conviven y poseen objetivos claros, nobles y respetables, Adelanto que el mío pertenece al que definí primero, ya que me siento cómodo y divertido con lo que hago (comencé de grande) y he llegado a convencerme que se trata de un nivel ‘razonable’, me entretiene y me pone en sintonía con mi edad, mis amistades, con mi estado físico de Triatlonista (Asado, Truco y Siesta) y con mis obligaciones por fuera del Golf. En realidad trato de mantener cierto equilibrio entre el Golf y la vida, aunque a veces me las confunda un poco…

Sin embargo, esto no me impide observar que nuestra actividad no empieza ni termina en nuestra cancha preferida; al contrario, veo que para progresar en serio, existen más alternativas que ayudan a que crezcamos y mejoremos nuestras capacidades, acumulando nuevas experiencias como golfistas amateurs. Una de ellas, como veremos, es la de visitar y jugar campos de Golf desconocidos.

El perfil más competitivo, me revela que esa particularidad de juego (llamémoslo ‘itinerante’) los hace crecer de una forma más sostenida y los distingue de quienes jugamos siempre en nuestro querido club. ¿Por qué?

Porque quienes tomaron esa decisión han sabido capitalizar las experiencias, porque además, ello les permitió lograr una percepción más fina de las distancias; de la precisión y justeza en los golpes requeridos para cada ocasión, en la potencia a emplear; en la aplicación de muchas alternativas de rescate -frente a una mala posición de su pelota-; en la interpretación y aplicación más precisa de las reglas; en el reconocimiento de los pastos y los distintos tipos de greenes que enfrentan en cada cancha, en fin, lo que vulgarmente se dice «más fogueo» que quienes jugamos siempre los mismos y rutinarios 18 hoyos.

La pregunta que me hago al jugar con alguien por primera vez, que posee -por Ej.- un 19 de handicap, es si esa ‘ventaja’ la adquirió jugando en su mismo club, ó si es producto de haber pasado por muchos campos de Golf… Porque dependiendo de la respuesta, la calidad de su juego y las experiencias entre uno y otro perfil diferirán sustancialmente, a pesar de que tengamos el mismo handicap del ejemplo.

En una nota anterior, referida al Placer de jugar Golf, en una parte decía que la rutina de jugar siempre en la misma cancha podría llegar a producir cierto nivel de ‘displacer’, que más tarde se traduciría en apatía y hasta en indulgencia para con uno mismo en los resultados obtenidos. Y eso era decididamente malo.

Cambiando la óptica y dejando de lado al displacer que genera la rutina, ahora el análisis que propongo está centrado en la posibilidad de hacer crecer nuestro perfil, intentando transformarnos en golfistas más exigentes, más flexibles y todo-terreno…

En esa línea de análisis pienso «Si un jugador de 19 de handicap, logrados en su cancha de rutina, seguiría manteniendo sus 19, jugando en campos de golf que no conoce» (O sea, ¿qué handicap obtendríamos nosotros si jugásemos cada fin de semana en un campo de Golf diferente?). La respuesta es que un ‘relativo’ 19 oscilaría; seguramente aumentaría y luego terminaría acomodándose en una cifra más real y representativa de nuestras habilidades.

Al jugar con compañeros que no son socios del Club ni conocen la cancha, les consulto para saber, además de su handicap, dónde juegan normalmente. Si la respuesta es «No tengo preferencias, intento jugar en todos los clubes que puedo…»; interpreto un mensaje claro, diría que doble, porque además me hacen saber que su handicap está mucho más ‘pulido’ y ‘refinado’ que otro logrado localmente.

En nuestro camino de amateurs, cuando tomemos la decisión de jugar en distintos campos, sería interesante (para analizar mejor nuestras tendencias) considerar un elemento de ajuste. Un «factor de corrección», que nos ayude a ponderar más precisamente el handicap obtenido por esa vía, la de acumular experiencias y conocer nuevos desafíos en distintos terrenos.

En el sistema de cálculo de handicap oficial ya se lo considera, dado que se intenta adecuar el handicap en función a la dificultad de la cancha donde jugamos, pues, para calcular los diferenciales el algoritmo contempla el grado de dificultad otorgado a cada cancha (un número que puede ser igual, menor ó mayor a 72) que en definitiva actúa como nivelador de nuestra performance real. Pero ello no siempre sucede así…

No, porque lamentablemente esa pequeña oscilación -de décimas- en la calificación de los campos, no logra ser lo suficientemente representativa cuando el golfista presenta -siempre- las tarjetas de una misma cancha, o lo que es peor, cuando juega en distintas canchas calificadas con el mismo nivel de dificultad. A pesar de ello, creo que se trata de un dato interesante que deberíamos considerar cuando nos propongamos salir al mundo y jugar en otros sitios distintos a los que ya conocemos como el jardín de nuestra casa…

La conclusión de estos comentarios -handicaps, campos de Golf, experiencias- aplican a un objetivo claro.

Que si en nuestro camino hacia el dominio de esta disciplina, nos proponemos ‘crecer’ deseando lograr esa percepción más fina de las distancias; de las ejecuciones que nos impone cada golpe; de la potencia a aplicar en los tiros; de interpretar y aplicar las reglas que decimos conocer (-y mentimos-); de poseer una lectura precisa de los greenes que jugamos, ó sea… que si en definitiva deseamos dar un paso más elevado y cercano a lo profesional, dejando atrás lo que rutinariamente hacemos, esta quizás pueda ser la ocasión para entender cuán cerca ó lejos estamos de lograrlo.

Intentémoslo y disfrutemos cada segundo de esas nuevas experiencias que nos ofrece el Golf.

Hasta la próxima.
Marcelo H. Barba

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