mayo 8, 2018

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Marcelo Barba.

En estos primeros meses del año estamos transitando una buena temporada de torneos y Masters, tanto en Europa como en América; inevitablemente quedaremos como hipnotizados frente a la tele desde un jueves hasta que llegue la final de cada torneo…

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A pesar de la performance de nuestros representantes sudamericanos, que no critico ni califico, simplemente la comparo con la del resto de los ‘monstruos’ que siempre ocupan los primeros lugares en la tabla de posiciones; desde el primer día del torneo haremos nuestros cálculos y surgirán nuestros favoritos. 

En lo personal, además de hinchar por el grupo de jóvenes del Cono Sur, me seguiré reservando un poquito del corazón y poniéndole fe a Tiger cada vez que juega, aunque convengamos, que no es el mismo que conocimos en otras épocas y hoy nos muestra una vaga sombra de lo que fue, a pesar de su colosal esfuerzo físico y mental que le pone…

Otro de mis elegidos y desde siempre, aunque ingresando al ‘otoño’ de su vida deportiva, es el “zurdo” Phil Mickelson, que en mi opinión sigue siendo uno de los jugadores más serios, prolijos, metódico y humilde (que además, es plenamente consciente que comparte el campo junto a un rebaño de nuevos y futuros campeones, que son fieras, con mucha potencia, precisión y de menor edad que él).

Sea como sea y con nuestros predilectos, la cuestión (como amateurs que somos) es simple; programar algunas de nuestras actividades para que nos quede tiempo suficiente para llegar a casa, prender la tele y acomodarnos en un mullido sillón, para convertirnos en espectadores de lujo, ubicados en la mejor platea que nos ofrecen las transmisiones de cable para estos encuentros de alto nivel, como por ejemplo Augusta…

Probablemente tengamos la oportunidad de reunirnos con otros amigos en la casa de quien lo organice, frente a un gran TV de alta definición, que nos dará la impresión de poder tocar el pasto tan nítido y perfecto que vemos. Con algunas cervezas, cosillas para picar, en fin… hasta soportando con gusto el aroma de un buen habano.

Me seguiré preguntando si estas reuniones no son, en todo caso, mucho mejores que ir a presenciar físicamente un torneo en vivo, ya que desde la súper comodidad de una sala, de un buen televisor y las mejores compañías, podremos ver de cerca, en cámara lenta, con repeticiones y todo eso, las ejecuciones, los jugadores, hoyos y las mejores situaciones que de ninguna otra forma lograríamos, intentando seguir a cualquier grupo de jugadores en un campo de Golf.

La tecnología hoy nos da la tremenda oportunidad de estar ahí sin estar; solos o con amigos, compartiendo alguno de los días del torneo (preferiblemente la final del domingo).

De esa forma ‘casera’ será inevitable, que comencemos a realizar comparaciones, a asimilar como si fuese una esponja seca todas las maravillosas experiencias y ejecuciones que veamos y que además, se abra un espacio de comentarios entretenidos con quienes compartimos el momento.

Para los que nos convocamos a estos espectáculos, da comienzo y sin notarlo, una excelente fase de aprendizaje… Porque además de la práctica física que todos hacemos, ésta es otra forma de aprender, la de consumir todo el Golf que podamos absorber de la Tele.

La pregunta es: ¿qué podríamos aprender de lo que vemos? Pues todo, casi el 99% de lo que podamos entender e incorporar a nuestras mentes.

Yendo al grano, gracias a Dios casi todos coincidimos (con mis amigos, digo) en que no podemos dejar de observar y asimilar lo que sucede sobre el green y cómo se desenvuelve el juego corto que los hizo llegar allí.

Aunque confieso que también nos asombran las ejecuciones largas y de potencia, pero a decir verdad, ya todos sabemos bien lo que pueden hacer estos genios con un driver, son previsibles y admirables; pero el ‘plato fuerte’ estará siempre esperándolos cerca del hoyo…

En efecto, observaremos que no es casualidad que un alto porcentaje de las “tomas” televisivas se concentre en la zona del green y alrededores, donde aparecerán las mejores ejecuciones, approaches, magias y definiciones del partido.

En esas circunstancias, también tratamos de interpretar las estrategias que despliegan los profesionales cuando están llegando al green y cuando por fin se disponen a utilizar su Putter.

Nos resulta interesante opinar sobre las técnicas de cada profesional, observando cómo encaran un bunker o definen una ejecución desde el rought e inclusive, desde un hazard horrible y complicado…

Y a pesar de todo, seguiremos asombrándonos como niños frente a un mago que saca 3 conejos de la misma galera, cuando veamos a estos iluminados pegar 180 yardas con un hierro 8 (comentando reiteradamente que muchos de nosotros para recorrer esa distancia recurrimos a un híbrido o madera 3, y aun así no sabríamos afirmar si llegamos).

La “danza sobre el green” es un acto imperdible.

Hay que verlo con detalles y detenimiento. Están quienes caminarán yendo y viniendo, mirando de arriba y de abajo, de costado, consultarán con su caddie, se agacharán prácticamente a nivel del piso (el Spiderman-Camilo Villegas), usarán como plomada a sus putters, etc., etc., pero ante cualquier interrupción o duda, todo volverá a comenzar con esa rutina y capacidad de procesamiento múltiple de información que poseen en su cerebro.

Estoy convencido que el nivel de concentración es tan profundo, que si al momento de ejecutar el golpe de putter, pudiéramos pinchar con una aguja a cualquiera de estos profesionales, no le sacaríamos una sola gota de sangre.

Se los puede ver (otra… que deberíamos aprender) que al llegar al green, toman su libreta de anotaciones y la consultan como si fuera una escritura sagrada; en ella fueron e irán registrando cada una de las claves propias que le dirán mucho sobre el terreno, caídas, superficies, escalones a sortear camino al hoyo, en fin, es como si esa pequeña libretita que todos llevan en sus bolsillos contuviera los secretos mejores guardados y descifrados del Golf… aunque ya sabemos que no puede ser así, pero no importa, debe tener un componente psicológico significativo.

Otra de las actitudes que vale atender, es el diálogo casi constante que mantienen con sus caddies; es como un intercambio de códigos que sólo ellos comprenden, pero nos deja el mensaje de la importancia del trabajo en equipo, de lo que significa considerar otra opinión más fría, sobre todo en esos momentos de dudas o confirmaciones de sensaciones frente a una lectura del terreno, tipo de palo a utilizar, vientos, distancias, hacia dónde apuntar, etc.

Para los jugadores que van a ingresar al green, podríamos retener las imágenes de cómo analizan las distancias, caminan desde su pelota hacia donde desean que la misma pique. Miran con detalle los impedimentos, los cortes de pasto, las caídas e inclusive, hasta calculan agregarle más potencia que lo normal, porque consideran que necesitarán ‘pasarse’ del hoyo, porque su pelota volverá por el efecto de sus tiros o por el declive que observaron en su análisis previo.

Todo nos parecerá de otro planeta, pero en realidad se trata de miles de horas de trabajo, de práctica, de esfuerzo… eso es algo bien claro que seguramente podremos copiar e implementar en nuestras rutinas.

Otras veces intentamos (sólo eso, intentamos) interpretar la rabia o nivel de frustración que deben sufrir los jugadores cuando su bola, que se dirigía al hoyo termina frenando a escasos centímetros del mismo. Es imposible entenderlo desde nuestra experiencia amateur, tanto lo es, que en una oportunidad calculamos el “precio de cada Putt” (en base a la bolsa de premios otorgada por el torneo), cuántos dólares se podrían llegar a perder al errar un insignificante Putt sobre esta superficie, eso explica muchas caras, gestos, insultos y maldiciones silenciosas que normalmente emiten.

La próxima oportunidad que tengan de sentarse cómodamente frente a la TV para ver un torneo, piensen y focalicen sus observaciones en estas y muchísimas cosas que hacen los profesionales, porque podrían ayudarnos mucho (desde lo mental, al menos) a predisponernos de una manera distinta cada vez que nosotros compitamos en partidos amateurs.

En mi caso, rescato lo que considero importantísimo: la concentración. Comparo mucho las situaciones de silencio entre los jugadores (a diferencia de nuestros encuentros, que normalmente vienen acompañados de cuentos, discusiones, comentarios políticos y deportivos, en fin…). Fíjense en esos detalles y verán que estos jugadores de alto profesionalismo prácticamente no hablan sino con su caddie. No les afecta haber jugado un mal hoyo y se disponen a jugar el siguiente como si nada hubiera pasado (ni hablar de nuestros casos, donde los desastres y las broncas nos acompañan hasta la ducha…). No ingieren ni beben más que lo suficiente y mientras juegan, a cambio de nuestras divertidas costumbres de pasar por el bar del hoyo 9, tomarnos y comernos todo y pretender seguir jugando con algo de nuestra sangre irrigando el cerebro…

Hay muchísimas distancias entre estos mundos, el amateur al que pertenecemos y el profesional de alto nivel al que a veces intentamos comprender; pero lo interesante de todo esto es que nos atrapa y nos hace ver con total claridad que este deporte es en definitiva una verdadera disciplina, con todo el rigor, respeto y calidad que ello implica.

Que disfruten y le podamos sacar todo el jugo posible al próximo evento, pegados frente a la tele y si es posible, junto a nuestros amigos de siempre.

Marcelo H. Barba

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