junio 15, 2022

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Marcelo H. Barba 

Siempre hay una salida, siempre… Si señores, o la enfrentamos o la resolvemos ‘lateralmente’, pero dependerá de nuestra confianza y disposición mental. Hablo en este caso, de las situaciones que encaramos al decidir cruzar el agua.

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Salvo pocas excepciones, no existen obstáculos de agua que no puedan salvarse por el lado más débil, es decir, acercándonos al borde donde comienza el agua o ejecutando un buen tiro hacia alguno de los lados del amenazante lago. Pero como dije, todo es cuestión de confianza y disposición mental.

Lo primero será establecer un acuerdo privado con uno mismo, para bajar el amor propio (¿cómo es que no puedo cruzar esto…?); vencer la ridícula vergüenza que nos daría, ver que los demás nos observan ‘flaquear’ frente a un charco y aceptar que invertiremos un golpe más con nuestro plan. Dejemos de lado la valentía sin sentido porque, en realidad, lo que estaremos haciendo será una negociación inteligente y oportuna con nuestras capacidades, habilidades y hándicap.

Identifiquemos entonces, tres elementos básicos en nuestros pensamientos y luego elijamos el palo adecuado (ojo, dice luego) porque en ese análisis entrarán en consideración: a) El Viento; b) La distancia a la otra orilla y c) El Lie, donde está reposando nuestra bola justo antes de despegar.

Las dos primeras variables se complementarán y nos darán una idea cercana de la potencia y qué palo deberíamos usar para dominar –por Ej.- un viento en contra o lateral, que de alguna forma podrían frenar o desviar el vuelo de nuestra pelota. La tercera (el ‘Lie’), será la más condicionante para poder razonar qué tipo de vuelo y distancia lograremos cuando queramos pegar con madera o hierro. Obviamente, la regla de oro será inamovible y, si no hay un buen lie (un excelente pasto digamos) no deberemos utilizar ninguna madera, sino un hierro.

Si el resultado del análisis de a) + b) nos hace dudar (el viento y la distancia a volar) ya podemos ir descartando el cruce frontal del agua y comenzar a observar + analizar cómo nos acercaremos a la orilla donde comienza el lago con un tiro suave y controlado; o directamente, tomar la otra decisión de apuntar hacia alguno de los laterales del agua y ‘triangular’.

Al decir ‘triangular’, me refiero gráficamente al mismo esquema que adoptan los navegantes cuando desean llegar con su barco o su deslizador a vela, a un punto de la otra orilla y se enfrentan a una corriente de agua que los alejará del objetivo. En ese caso, ellos ‘corrigen’ su rumbo apuntando la proa más a la derecha o izquierda (según el viento), para que la misma correntada los ‘derive’ hacia donde realmente desean ir.

Hagamos lo que hagamos, también entrarán en juego otras variables que deberemos considerar; porque al decidirnos acercar nuestra bola a la orilla y desde allí cruzar el lago de una manera más segura, habremos de considerar que esa zona cercana al agua no presente un declive hacia la misma, como suele suceder en la mayoría de los casos, porque seguramente será difícil frenar la pelota y terminará mojándose. Con lo cual, tomemos siempre un palo menos al que teníamos pensado usar, pero seamos consecuentes con nuestra estrategia, no la abandonemos y hagamos un golpe suave y firme para lograr lo que queríamos hacer: acercarnos a la orilla y desde ahí cruzar al otro lado secos y sin riesgos.

Si en cambio ya nos decidimos por avanzar sobre los flancos de la laguna, lo importante será asegurarnos que la pelota esté descansando sobre un buen lie, para que nos permita ejecutar con buena potencia y seguridad, de lo contrario (sin pasto o poco pasto) olvidémonos de las maderas.

Como pueden leer, en este tema de ‘los hoyos con agua’ (que afortunadamente no son todos) siempre podríamos terminar por sumarle un golpe, dado que, acercarnos a la orilla o triangular inevitablemente tendrá ese ‘costo’, pero en todo caso también será un resultado económicamente menor al que pagaríamos por enviarla al agua, por sumarle la multa correspondiente y por volver a ejecutar otro golpe (…y aún ni cruzamos el charco). Más allá de todo, no olvidemos que nuestro hándicap por ahora, nos permite tomarnos este tipo de chances…

Es aquí, en estas ocasiones precisamente, donde comprendemos la utilidad de esa misteriosa libretita que siempre llevan los jugadores profesionales (o sus caddies), porque allí se registran, además de las lecturas de los greenes, las distancias al agua, hacia la otra orilla, hacia los puntos que normalmente marcan el campo, declives, etc.; con lo cual, si jugamos más de una vez el mismo campo de Golf, nada nos impediría llevar un humilde registro de cada una de estas circunstancias peligrosas o dudosas, es decir, algo que nos ayude y nos recuerde qué palo usamos, desde dónde ejecutamos, qué potencia le imprimimos, si había mucho viento, en fin, hasta cuál fue el resultado del tiro ejecutado para llegar secos al otro punto…

Atreverse no significa realizar algo intuitivo o irreflexivo, sino actuar alineados al resultado que nos ofrecerá este breve análisis de variables, que justo en ese momento podremos identificar para tomar la decisión más inteligente y económica, ya que en definitiva ahorraremos golpes, multas y frustraciones que podrían llegar a transformar nuestro grandioso día de Golf en otra cosa.

Atreverse, también es una orden íntima a nuestro cerebro. Para que le transmita a cada músculo que no abandone el plan que nos propusimos y que todo suceda como efectivamente lo pensamos, porque no habrá peor resultado que ejecutar con dudas o terminar haciendo algo ‘a medias’, con un final mediocre y sin posibilidades de incorporar nuevas experiencias…

Hasta la próxima y con mucha fe.

Marcelo H. Barba

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