mayo 1, 2024

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marcelo barba  mhbarba@gmail.com

Pensé que debería encontrar una explicación lógica para deducir definitivamente que pasaba con ese hoyo en particular, dado que por algún motivo, antes de jugarlo ya intuía que me iría mal, como siempre…

Cada vez que lo enfrentaba terminaba en el agua ó sumando golpes; rematándolo en doble boggie como mínimo. De alguna forma había grabado en mi mente un video que reproducía fielmente una serie de errores -inesperados- que me desconcertaban.

Analicé cada punto. Lo estudié con objetividad para descubrir si se trataba de un hechizo brujo ó de mi ‘mala predisposición’… y recién ahí me acerqué un poco a la respuesta.

Después de asesorarme más, llegué a la conclusión que ese «efecto-brujo» es Mental. Que les pasa a otros golfistas también, que sin ninguna explicación aparente llegan a un determinado lugar (siempre es el mismo hoyo) y cumplen con su «Profecía Auto Cumplida…»

Cumplen con aquello que pensaron y expresaron claramente antes de jugarlo: «En este hoyo siempre me va mal…» Luego, lógicamente, nuestro inconciente responde al mandato y el pronóstico se verifica en un 99% de los casos.

Los profesionales que me asesoraron fueron claros: Existen dos formas rápidas de revertir este problema: a) desde lo psíquico conductual y b) desde lo material ó físico

Por el lado psicológico se refiere a tomar una actitud distinta, a pensar y decir: «En este hoyo me va muy bien…». Pero además de pensarlo tendremos que decirlo en voz alta, como para escucharnos a nosotros mismos y ser concientes que por nuestra boca surgió un pensamiento fuerte, positivo y orientado a los buenos resultados. Y ahí la cosa comienza a cambiar en serio.

El segundo paso de la ayuda (adicional pero no excluyente) es físico, modificando elementos materiales. Ya veremos…
Trataré de transmitírselos con un ejemplo propio, donde describo las acciones que tomé, para «borrar» mí propia película mental que me obsesionaba en ese querido Par-3. Un simpático y dócil hoyo de 165 Yardas.

Llegué al hoyo preparado; mentalmente dispuesto a pensar cada movimiento, hacia dónde apuntaría, la potencia, la posición de mis pies, mi grip, mi gorra y hasta los caramelos que guardaba en el bolsillo… Lo primero que hice fue aplicar la fórmula psicológica que desde ahora considero substancial; les dije a mis compañeros y a mi mismo:

_»Muchachos… por fin llegué a dominar este Par 3, no me equivoco más»
Adicionalmente, decidí volver a cero. A la nada, como si nunca antes hubiese jugado ahí. Y aquí viene la parte ‘física’.
Aunque en principio parezca excéntrico, me quité el guante, clavé el tee en el lado opuesto donde siempre lo hundía y dejé el palo que usaba tradicionalmente dentro de la bolsa. Esto último fue determinante, ya que al llegar al tee fui conciente que ‘siempre’ en forma automática, tomaba mi madera 7 y me disponía a ejecutarla sin hacer un mínimo swing de práctica. Pero cambié y elegí un hierro siete con toda confianza.

Con esos cambios me obligué a tomar otra posición, apuntar y calcular de otra forma; en definitiva fui más conciente de que ejecutaría un tiro de Golf que me exigiría concentrarme.

Miraba mis manos con el hierro 7, algo absolutamente conocido, aún sabiendo que la dejaría ‘corta’ y que debería tomarme otro golpe para llegar al green; pero igual pegué totalmente convencido, la bola voló por el medio hasta unos 20 metros antes de llegar al green.

Me felicité internamente y me dirigí hacia ella sin pestañar. Mi segundo golpe fue un chip bajo con un pitch, que picó en la entrada, rodó y se detuvo a dos metros de la bandera.

Hice par… (Alucinante, no lo podía creer… si alguien me pinchaba, seguro que no sangraba)

Conclusión: Rompí con el raro hechizo. Pero la realidad pasa por lo que me describieron los que saben de la psiquis: El hombre en general, es un animal de costumbres y por ende, termina ‘adiestrado’, acostumbrándose a eso que tanto practica y finalmente domina.

Una cancha (el Golf mismo) no escapan a la ley, dado que una vez que conocemos y jugamos 20, 30, ó 100 veces un mismo trazado y sus 18 hoyos; por un lado (el bueno) aprendemos técnicas, destrezas, trampas, caídas, sitios con agua, árboles peligrosos, etc.; pero a la vez (por el lado malo) grabaremos en nuestra mente como autómatas, todo aquello que nos pasó, incluyendo lo no deseado.

Esto último impactará negativamente; porque con la experiencia acumulada (que no es más que el recuerdo de desafíos con soluciones asociadas) dejaremos de considerar en forma gradual -con ese detalle pormenorizado y profundidad original- las variables que alguna vez consideramos críticas, cuando no conocíamos la cancha y nos merecía mucho respeto.

A todo esto hay que sumarle algo más, que nuestra disciplina está basada -justamente- en un profundo ejercicio de memoria (muscular y visual). Básicamente el Golf se aprende a fuerza de observar y repetir, practicando y machacando una y mil veces cada movimiento, registrando «masivamente» nuestro entorno, lo bueno que vamos logrando y aquello que nos enoja tanto, hasta que finalmente sale el tiro que deseamos.

No se -ni soy quien para decirlo con autoridad- si es la mejor forma de aprender algo, pero estoy seguro que por esa vía, siempre resultará más difícil ‘borrar’ aquello que grabamos a fuego que incorporar nuevos conceptos que lo desplacen.

Con una cancha ó circuito suceden cosas similares, cuando la jugamos tanto y la conocemos como si fuese nuestra propia casa, diría que hasta le perdemos el miedo, peligrosamente.
Memorizamos hasta el pasto, las caídas, los bunkers y demás elementos que normalmente sorprenderían a un visitante, pero nosotros podríamos jugarla con los ojos vendados. Sin embargo «paradójicamente» cometemos los mismos errores de siempre… ¿por qué?

El cúmulo de elementos y situaciones que venimos reteniendo y grabando en nuestra mente, hace que se genere una especie de ‘inercia’ -no deseada- con la registración de lo negativo. Es como que nuestra ‘aspiradora de información’ también absorbió lo malo; aquello que no deberíamos ‘recordar’, precisamente para no volver a repetir los errores.

Esto sucede así, porque durante el juego, los errores quedaron asociados al hoyo y a sus características, pasando ‘todo el bloque’ a nuestra memoria, transformándose después en un recuerdo imborrable.

Entonces (ahí llega) cuando enfrentamos el hoyo traumático, nuestra mente -tan automática y natural- busca los recuerdos y los proyecta prolijamente en pantalla, en secuencia completa y sin cortes, ó sea, con errores y pifies incluidos.

Precisamente ‘ese’ es el disparador inconciente que nos hace declamar (y luego cumplir) la Profecía que mencioné al comienzo de la nota: «En este hoyo siempre me va mal…», porque estamos ‘viendo’ de antemano eso que nuestra mente proyecta y muestra..!!

Romper con tal Recurrencia -Quemar las fotos y películas- no es más que quebrar la cadena secuencial de recuerdos que grabamos. Una forma práctica de hacerlo, es inyectarle a tal rutina otras actitudes ó acciones ‘inesperadas’ para el inconciente, como por ej.: cambiar el Driver por un hierro 4; sacarse la gorra, un zapato, el guante, en fin… modificar actitudes ‘aprehendidas’, para que ello nos saque del esquema memorizado que repetimos y repetimos en forma continuada cada vez que jugamos ese hoyo en particular.

Piénsenlo, estúdienlo y cuando lleguen a su propio ‘hoyo-trauma’, cambien en algo la rutina para que nada en ese lugar nefasto les parezca familiar ni acostumbrado.

Verán que quebrarán definitivamente la racha (y guardarán las fotos positivas por un largo tiempo)

Hasta la próxima
Marcelo H. Barba

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