Enrique Soto ten-golf
Se trata de una cuestión cuanto menos polémica en cualquier deporte. Un ejemplo cualquiera: un niño tiene ocho años y gana todos los campeonatos a los que se presenta, disfruta jugando al golf, hace amigos y se relaciona con gente distinta en un buen entorno. Todo parece idílico. ¿Qué podría ir mal? Por desgracia y desde nuestra posición de profesores vemos muchos casos así. ¿Que qué podría ir mal? A veces todo.
Son muchos los requisitos fundamentales para que un niño practique un deporte con regularidad. Desde su salud física a la mental: si tiene un mínimo de capacidades, si se lo pasa bien, el profesor es bueno, si disfruta del ambiente… La lista es larga. Aún así, he visto a padres que cuando todos esos requisitos se cumplen y el panorama se antoja fantástico, desaprovechan todas esas cosas buenas y estropean sin quererlo el futuro de sus hijos en este deporte.
¿Está llevando a su hijo de nueve años todos los días a la cancha de prácticas? ¿Se está perdiendo otras actividades con sus compañeros de clase por pegar bolas durante una hora? No solo no le está ayudando a disfrutar de una época de su vida, sino que además le está convirtiendo en peor golfista
La mayoría de veces, además, ocurre por un sobre esfuerzo. He visto a niños de doce años que se presentan a las siete y media de la mañana en el campo de golf antes de ir a clase para volver a hacerlo después por la tarde. De lunes a viernes. Sábado, clases; domingo, campeonatos; fin de semana, de viaje a la provincia de al lado; “escúchame a mí que tu profesor esto no lo sabe”, seguimiento continuo y análisis de todas las vueltas… Está claro que ser padre no es fácil, mientras que caer en pagar frustraciones personales pasadas resulta a veces sencillo.
Hoy en día hay dos cosas que benefician a cualquier niño y que pueden hacer cualquier padre o madre por su hijo. La primera está relacionada con ese sobre esfuerzo. Verán: el golf es un deporte de especialización tardía. ¿Qué significa eso? Pues que a diferencia de la natación o casi todos los tipos de gimnasia, donde el entrenamiento específico a una edad temprana es fundamental para alcanzar el máximo potencial en el futuro, el golf no necesita de una dedicación tan señalada. Es más: ¡no es beneficiosa! ¿Está llevando a su hijo de nueve años todos los días a la cancha de prácticas? ¿Se está perdiendo otras actividades con sus compañeros de clase por pegar bolas durante una hora? No solo no le está ayudando a disfrutar de una época de su vida, sino que además le está convirtiendo en peor golfista.
La razón principal (dejando a parte las psicológicas) es su físico. Un golfista profesional necesita de ciertos movimientos fundamentales para llegar al máximo nivel. No saben la cantidad de chicos que he visto sin perderse una clase de golf y que luego no son capaces de saltar con los pies juntos. ¿Creen que van a ser capaces de tener una buena transición al iniciar el downswing? Difícilmente. Las personas, en nuestra niñez, pasamos por épocas en que se nos abren “ventanas de oportunidad” para generar movilidad, fuerza o explosividad, entre otros atributos. Si no se trabajan, se pierde la oportunidad de desarrollarlas hasta nuestro máximo potencial genético. En el golf, todos esos atributos son fundamentales, como en cualquier deporte de especialización tardía. ¿Quiere que su hijo de 8 años sea el próximo Tiger Woods? Deje que vaya a jugar al rugby algún sábado con sus amigos.
El calentamiento idóneo para ganar al instante casi diez metros
La segunda razón, muy ligada a esta y más específica, es la velocidad, un bien cada vez más preciado en el golf moderno. Hace poco leí unas declaraciones de un jugador del PGA Tour diciendo que le habría gustado trabajar la velocidad de swing desde una edad temprana, ya que ganarla a una edad adulta resultaba mucho más complejo. ¿Cómo se gana velocidad de swing? Se puede trabajar de un modo específico, como con palos más ligeros de lo habitual y ejercicios relacionados con el swing de golf. Pero también se puede ganar practicando multitud de deportes y, además, probablemente, provocará que el chico aprenda diferentes maneras de acercarse al deporte y no termine quemándose con meter la bola en el hoyo.
En conclusión: a ciertas edades, para ser el mejor golfista del mundo en el futuro, es fundamental alejarse del golf.
– Para más información, dos fuentes que corroboran todo esto. Este libro de Lloyd y Oliver o éste otro de Stuart Morgan.